Francisco Ríos
Químico e Investigador Independiente
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Durante mucho tiempo se ha utilizado el IMC (índice de masa corporal) como referencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para diagnosticar la obesidad. Así, una persona se diagnostica como obesa cuando alcanza un valor igual o superior a 30. Se trata de un método de diagnóstico muy ingenioso y económico, y bajo esta perspectiva basta que la persona disminuya su peso para alejarse de la zona de diagnóstico, siendo esto posible gracias a la modificación de hábitos alimentarios, incorporación de actividad física, disminución de la ansiedad y una reducción de la ingesta calórica. Sin embargo, con este método los sujetos magros (como atletas) también pueden tener un IMC alto –debido a su masa muscular– y bajo ningún concepto se los podría situar como obesos.
Ahora, los expertos de la sociedad científica española abogan por cambiar este paradigma, pese a que justamente la OMS era quien definía estas especificaciones. El objetivo de la modificación, sin embargo, no es más que aumentar la cantidad de obesos en el mundo, para justificar así la realización de un mayor número de cirugías para bajar de peso, como el bypass gástrico, entre otras medidas futuras. Se trata de cirugías que, hoy por hoy, se practican a personas con un alto índice de obesidad. Pero también llegan a afirmar que con las intervenciones quirúrgicas los resultados de mejora en la obesidad son más significativos con que con la medicación.
De esta forma, a los mercaderes de la muerte les parece que pese a que una persona tenga un IMC entre 25 y 30, esas personas –en un 80%– ya podrían calificar como obesos si se les mide la grasa corporal. De ahí la necesidad de cambiar este paradigma que vendría premiado de nuevas investigaciones científicas, nuevos medicamentos y hasta de vacunas (hace un tiempo se estaba desarrollando una vacuna contra un gen responsable de la obesidad). Por cierto, el exceso de grasa corporal no es cosa buena, pero es más importante que nos preguntemos por qué nuestro cuerpo en su sabio mecanismo ha debido almacenar grasa en primer lugar. ¿La respuesta? Nuestro cuerpo cubre con una capa grasa las cargas tóxicas para proteger los órganos internos.
Para mí es inevitable preguntarme quién financia los bolsillos de esta sociedad científica y no me demoro mucho en concluir que es la industria de las enfermedades, porque de haber tenido un sesgo de humanidad e independencia, esta sociedad estaría reclamando financiamiento para realizar, en vez, campañas de prevención. Y también se estaría desmarcando de conclusiones que solo tienen por objeto seguir facturando y realizando sobrediagnósticos. Esto, sin dejar de mencionar que las campañas educativas de prevención serían mucho más económicas que la enfermedad en sí, pero sabemos de sobra que esta industria sobrevive con los enfermos y no con la gente sana.